INFANCIA Y JUVENTUD: Pautas educativas, Aceptación del divorcio, Habilidades sociales, Bajo rendimiento escolar.
“Los hijos e hijas son lo primero”. Y por ello nos esforzamos en cuidarlos y conseguir que tengan un desarrollo pleno.
Cada edad tiene sus dificultades y muchas veces nos vemos desbordados por situaciones (les vemos tristes, o con pocos amigos, o agresivos, o con malas notas académicas, …) que no sabemos como abordar .
HAY SOLUCIONES, a veces más fáciles de lo que imaginas.
En los últimos años del siglo XX y en este nuevo siglo, ser padre/madre/educador y ser hija/hijo es muy diferente a hace sólo unas pocas décadas.
Todo ha cambiado: aumento de la incorporación laboral de la mujer, mayor número de familias monoparentales, cambio de los roles hombre-mujer en el hogar. Estos cambios sociales y culturales afectan a todos los miembros de la sociedad y al tipo de relaciones que se establecen. Las nuevas formas de interacción y comunicación que observamos en los distintos contextos educativos (escuela, hogar, grupos,…) están determinando nuevos sistemas de valores, actitudes e inquietudes diferentes en las nuevas generaciones. Los adultos observan con estupor e impotencia como aumenta la violencia infantil y juvenil, este ejemplo es el más llamativo pero también se observa como aumenta la ansiedad y la insatisfacción entre los jóvenes.
Los adultos que juegan el papel de educadores precisan de nuevos referentes con los que proporcionar un ambiente seguro, un ambiente educativo que estimule y desarrolle las capacidades personales y dote de las técnicas necesarias para que las nuevas generaciones puedan crecer en valores, responsabilidad, confianza y apoyo mutuo.
Los programas de intervención que se realizan tanto en contextos educativos como sociales (fracaso escolar, maltrato, drogodependencias,…) revelan la importancia de actuar en la infancia y adolescencia para prevenir inadaptaciones personales y sociales en el futuro.
Dotar a las personas de seguridad y confianza en sí mismas, desarrollar sus capacidades y una percepción adecuada de la vida y de los otros. Comprender y manejar las emociones negativas, observar las propias actitudes y el tipo de comunicación que mantenemos con el exterior es la base a partir de la cual poder desarrollar una personalidad equilibrada y armónica.
Al igual que los adultos las niñas, niños y jóvenes necesitan aprender sobre sí mismos, sobre sus emociones y actitudes, aprender a ponerse en el lugar de otro, a analizar las consecuencias de sus acciones, a asumir su responsabilidad personal y desarrollar sus potencialidades.